Ipstori. Historias cortas para emocionarse en grande
Un día, antes de morir, el abuelo Octavio me entregó un sobre de papel. En su interior estaba una hoja de cuaderno. Era un manuscrito de su puño y letra (reconozco sus garabatos porque siempre ponía un sombrerito en la O mayúscula). Mi abuelo decía que las oes eran letras elegantes y distinguidas, que usaban colonia, fumaban puro los domingos y asistían frecuentemente a la barbería: “No hay algo más vulgar que un rostro barbudo”, decía. Ahora que lo pienso, él cumplía todos los requisitos para ser una letra O.
- Editorial 182
Mi nombre es Leonardo. Soy egresado de la Licenciatura en Comunicación. Actualmente, trabajo en una empresa que se dedica a crear contenido digi...
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